Religión
Que Dice La Biblia Del Pecado?
Felipe Aguirre
- 26.10.2022
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¿Cómo define el pecado la Biblia ? – El concepto de pecado en la Biblia se refiere a quebrantar o transgredir la ley de Dios, En 1 Juan 3:4 leemos: Todo el que comete pecado quebranta la ley; de hecho, el pecado es transgresión de la ley. (1 Juan 3:4) Desde el principio, Dios ha sido claro en cuanto a lo que podemos hacer y lo que no (Génesis 2:16-17). En la Biblia, que es la Palabra de Dios, encontramos leyes explícitas tales como los diez mandamientos,
- Dios ha dado esas leyes para nuestro beneficio.
- Estas nos ayudan a actuar de forma correcta ante él y ante los demás, y a la vez nos protegen de cometer errores que pueden traernos consecuencias terribles no solo en nuestro día a día sino por la eternidad.
- Cuando desobedecemos a Dios ignorando su ley, lo hacemos (consciente o inconscientemente) guiados por una actitud rebelde.
La base del pecado se encuentra en la rebeldía contra Dios y sus mandatos, El corazón rebelde es en realidad uno orgulloso. Quiere probar que sabe más que Dios, que puede solucionar las cosas a su manera y por sus propias fuerzas. Y es precisamente así, con esa actitud de rebeldía, que comenzó todo,
¿Qué nos dice la Biblia acerca del pecado?
Qué es el Pecado: – Se conoce como pecado a la transgresión voluntaria de la ley divina o de alguno de sus preceptos, Por otro lado, el pecado es visto como todo aquello que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido, por ejemplo; la violación de alguna ley o norma.
En el ámbito de la religión, el pecado es considerado una ofensa a Dios, debido a la violación de la ley de Dios, y de los mandamientos de la iglesia, lo cual produce la ruptura de la relación entre Dios, y el individuo, lo cual debe de ser corregido a través del sacramento de la confesión y del perdón por parte de Dios.
En relación a lo anterior, las consecuencias del pecado son la lejanía de Dios, el remordimiento, aumento de las dificultades en el camino de la vida debido a la falta de la presencia de Dios, entre otras. Es por ello, la importancia por parte del individuo del arrepentimiento, y la búsqueda de la salvación en Dios.
En la Biblia, el pecado es nombrado en un sinfín de veces en el libro sagrado, tanto en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo Testamento, empezando por el pecado original, ejecutado por Adán y Eva. Por otro lado, el pecado es el exceso o defecto en cualquier línea, puede ser considerado como aquello que demuestra maldad, o perversidad, como por ejemplo: botar la comida, existiendo tantos individuos pasando hambre, e incluso muriendo por causa de la misma.
En relación a este tema, se alude el término pecador como adjetivo que apunta a todo individuo que peca. En relación a este punto, el pecador está sujeto al pecado, o puede cometerlo. En inglés, el término pecado es “sin”. Vea también Se dice el pecado pero no el pecador,
¿Cuáles son los pecados que Dios aborrece?
1 Hijo mío, si has salido a fiador por tu amigo, si has b estrechado tu mano con un extraño, 2 te has enlazado con las palabras de tu boca, has quedado atrapado en los dichos de tu boca.3 Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en manos de tu prójimo; ve, humíllate e importuna a tu amigo.4 No des sueño a tus ojos ni adormecimiento a tus párpados; 5 escápate como la gacela de manos del cazador, y como el ave de manos del que tiende trampas.6 Ve a la a hormiga, oh perezoso; mira sus caminos y sé sabio; 7 la cual, no teniendo capitán, ni gobernador ni señor, 8 prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su sustento.9 Perezoso, ¿hasta cuándo has de a dormir ? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? 10 Un poco de sueño, un poco de dormitar, un poco de cruzar las manos para dormir, 11 así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado.12 El hombre malo, el hombre inicuo, anda en perversidad de boca; 13 guiña los ojos, habla con sus pies, indica con sus dedos.14 Perversidades hay en su corazón, anda pensando el mal en todo tiempo, siembra la discordia.15 Por tanto, su calamidad vendrá de repente; súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio.16 Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: 17 Los a ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, 18 el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, 19 el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos.20 Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no abandones la a enseñanza de tu madre; 21 átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello.22 Te guiarán cuando camines, cuando duermas te guardarán, y hablarán contigo cuando despiertes.23 Porque el mandamiento es a lámpara, y la enseñanza es luz; y camino de vida son las correcciones de la disciplina, 24 para guardarte de la mala mujer, de la suavidad de la lengua de la mujer extraña.25 No a codicies su hermosura en tu corazón, ni te cautive ella con sus párpados, 26 porque a causa de la ramera el hombre es reducido a un bocado de pan, y la adúltera caza la preciosa alma del hombre.27 ¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos se quemen? 28 ¿Andará el hombre sobre brasas sin que se quemen sus pies? 29 Así le sucede al que se llega a la esposa de su prójimo; no quedará sin culpa ninguno que la toque.30 No se desprecia al ladrón si roba para saciarse cuando tiene hambre, 31 pero si es sorprendido, a pagará siete veces.
¿Cuál es el pecado más grande del mundo según la Biblia?
Concepto – Se piensa que el término “pecado mortal” se deriva del Nuevo Testamento de la Biblia. Específicamente, se ha sugerido que el término proviene de 1 Juan 5: 16–17. En este verso en particular, el autor de la Epístola escribe que hay pecado de muerte como pecado de no muerte.
- Sea materia grave.
- Debe ser cometido con plena conciencia.
- Un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección personal.
El Catecismo de la Iglesia Católica define la materia grave: 1858. La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” (Mc 10, 19).
La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño. De acuerdo con la Iglesia Católica ninguna persona puede comulgar o recibir la Eucaristía si se encuentra en pecado mortal: 1457 “Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave (pecado mortal) que no comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes” Además agrega que: 1033 Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección.
Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”. Algunos pecados mortales causan la excomunión automática por la misma acción, por ejemplo la apostasía, herejía o cisma, la profanación de las especies eucarísticas y el aborto.
- Estos pecados mortales son tan graves que la Iglesia, por norma interna, los ha convertido en delitos (lógicamente, sin efectos judiciales).
- La Iglesia prohíbe que los excomulgados reciban cualquier sacramento (no solo la Eucaristía) y también restringe severamente la participación de la persona en otros actos y cargos litúrgicos de la Iglesia.
Una persona excomulgada arrepentida puede hablar con un sacerdote, generalmente en un confesionario, sobre su excomunión para arreglar la remisión. La remisión no se puede negar a alguien que verdaderamente se haya arrepentido de sus acciones y que también haya hecho una reparación adecuada por los daños y escándalos o que, al menos, haya prometido seriamente hacerlo.
- Los pecados mortales no deben confundirse con los siete pecados capitales,
- Los últimos no son necesariamente pecados mortales; son pecados que conducen a otros pecados.
- Tradicionalmente se ha identificado al pecado mortal con aquel pecado cuya comisión conlleva, por sí sola y dada su gravedad, la condena del alma, de modo que si pusiéramos al otro lado de la balanza todas las obras buenas que el sujeto haya podido realizar a lo largo de toda su vida no serían suficientes para obtener su salvación, salvo que logre el perdón por los medios que la Iglesia establece.
No es que no se valoren las obras de toda una vida en su conjunto sino que éstas no suponen contrapeso suficiente para desvirtuar el desprecio grave a la voluntad de Dios y la intrínseca maldad que ello supone. Es por ello que la interpretación que se dé a los preceptos canónicos requiere especial relevancia.
Y, como en toda norma, caben distintos criterios interpretativos. La interpretación puede ser estricta, restrictiva o extensiva, La primera es la que se detiene en la literalidad de la norma (sin excluir ningún supuesto ni admitir supuestos análogos). La interpretación extensiva es la que tácitamente incluye supuestos análogos, con igual razón de ser, no contemplados por la norma en su literalidad.
Y la restrictiva es aquella que entiende que deben excluirse algunos supuestos de hecho. Así, aunque la norma dice no matarás, puede ser lícito en caso de estado de guerra en ciertos casos (que la norma en su literalidad no prevé) o en defensa propia.
¿Qué es el pecado 1 Juan 3 versículo 4?
1 Juan 3 1 ¡Mirad cuán gran nos ha dado el Padre para que seamos llamados de Dios! Por esto el no nos conoce, porque no le conoció a él.
- 2 Muy amados, ahora somos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él, seremos a él, porque veremos tal como él es.
- 3 Y todo aquel que tiene esta en él se, así como él es,
- 4 Todo aquel que comete pecado traspasa también la, pues el es transgresión de la ley.
- 5 Y sabéis que él apareció para nuestros pecados, y que no hay pecado en él.
- 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; aquel que peca, no le ha visto ni le ha,
- 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es, así como él es justo.
8 El que pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del,
- 9 Todo aquel que ha comete pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
- 10 En esto distingue entre los hijos de Dios y los del diablo: todo aquel que no hace y que no ama a su hermano, no es de Dios.
- 11 Porque este es el que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.
12 No como, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, justas.13 Hermanos míos, no os asombréis si el mundo os aborrece.14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a, porque amamos a los, El que no a su hermano permanece en la,
- 15 Todo aquel que a su hermano es homicida; y sabéis que ningún tiene permanentemente vida eterna en él.
- 16 En esto hemos conocido el de, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
- 17 Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su teniendo necesidad, y contra él su corazón, ¿cómo ha de morar el amor de Dios en él?
- 18 Hijitos míos, no amemos de palabra, sino de y en verdad.
- 19 Y en esto sabremos que somos de la verdad, y tendremos nuestros corazones confiados delante de él.
- 20 Porque si nuestro corazón nos condena, mayor es Dios que nuestro corazón, y él todas las cosas.
- 21 Amados, si nuestro corazón no nos condena, tenemos ante Dios;
- 22 y cualquier cosa que, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
- 23 Y este es su : Que en el de su Hijo Jesucristo, y que nos unos a otros como él nos lo ha mandado.
24 Y el que guarda sus mandamientos en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él en nosotros, por el que nos ha dado.
¿Qué ocurre con la persona que comete pecado?
Jn 8,34: «Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: Todo el que comete pecado, esclavo es del pecado ». Rom 6,16: «¿No sabéis que ofreciéndoos a uno para obede- cerle os hacéis esclavos de aquel a quien os sujetáis, sea del pecado para la muerte, sea de la obediencia para la justicia?».
¿Cuál es la consecuencia del pecado según la Biblia?
El pecado no tolera la mirada ajena hacia el interior de nuestro corazón. Construye un mundo falto de belleza que instintivamente se quiere ocultar a la mirada de Dios y de los hombres.
¿Cuál es el pecado más grande que Dios no perdona?
‘Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada’.
¿Qué es lo que Dios nos pide?
Lo que pide Dios de ti “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Mi.6:8). Cuando el profeta Miqueas refiere a Israel y Judá lo que Dios pide de ellos, sus moradores vivían en el desenfreno total.
Consciente de su condición espiritual, el pueblo se pregunta: ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante El con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? (Mi.6:6-7).
Las opciones que busca el pueblo para acercarse y adorar a Dios son verdaderamente admirables pero carentes de temor, amor y gratitud a Dios. Por ello, el profeta Miqueas les reprocha su falsedad e hipocresía, al decirles: “Oh hombre, El te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Mi.6:8).1.
Hacer justicia. La Biblia revela a Dios como el juez justo de toda la tierra. Siendo esto así, Él demanda de los suyos justicia en todas sus obras. ¿Qué hacía Israel y Judá? Tenían balanzas falsas y bolsas de pesas engañosas. Codiciaban heredades y casas y las robaban. Oprimían al pobre y lo despojaban de sus bienes.
A las mujeres echaban de sus casas y a los niños les fue quitada la alabanza. Aborrecían lo bueno y amaban lo malo. Los jueces tomaban cohecho y pervertían el derecho. Los sacerdotes enseñaban por dinero y los profetas hacían errar al pueblo. Por la perversidad de las obras de Israel y Judá, Dios les demanda hacer justicia.
- Estimado lector: ¿Tus obras son justas? Hoy Dios te pide hacer justicia.2.
- Amar misericordia.
- Dios es infinitamente misericordioso y anhela que nosotros seamos compasivos, clementes, benignos y misericordiosos con nuestros semejantes, con los presos, débiles, pobres, enfermos y pecadores.
- Esto es lo que olvidó Israel y Judá y pensaron que ofreciendo becerros de holocausto y millares de carneros por sacrificio Dios pasaría por alto sus robos y despojos contra el pobre y desvalido.
Con cuánta razón Samuel dijo a Saúl: “¿Se complace Jehová, tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1S.15:22).
Religiosidad carente de misericordia fue lo que el Señor Jesús también reprochó a los fariseos cuando éstos censuraron a los discípulos por cortar y comer espigas en el día de reposo. A ellos dijo: “Y si supiereis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenarías a los inocentes” (Mt.12:7).
En otra ocasión, cuando escribas y fariseos reprobaron que el Maestro comiera con publicanos y pecadores, les dijo: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.
- Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mt.9:12-13).
- Por ello, hoy por hoy, Dios demanda hacer misericordia.
- Amigo lector: ¿Eres compasivo, clemente y benigno con tus semejantes? Dios te mide hacer misericordia.3.
- Humillarte ante tu Dios.
- Humildad, virtud caracterizada por mansedumbre, modestia, paciencia y sencillez.
De esto adolecía Israel y Judá. Su pecado los volvió soberbios y orgullosos. En su arrogancia olvidaron a Dios, sus obras y sus muchas misericordias. De ahí que Dios les pida se vuelvan a Él con un corazón contrito y humillado, pues su religiosidad no cubriría su arrogancia y altivez.
Hoy Dios nos pide humildad. Él ha dicho: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados (Is.57:15). Querido lector: En tu relación con los demás, ¿Eres sencillo o arrogante, modesto o soberbio? Y en tu relación con Dios, ¿eres humilde? ¿Qué pide Dios de ti? Humillarte delante de Él.
Dice el apóstol Pablo: “Halla, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma se siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil.2:5-8).
Con cuánta razón el mismo Señor Jesucristo, dijo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo he hecho, vosotros también hagáis” (Jn.13:15). Querido amigo: ¿Qué pide Dios de ti? Hacer justicia, hacer misericordia y humillarte ante Jehová, tu Dios. Dejemos atrás la religiosidad aparente y volvámonos a Dios en justicia, misericordia y humildad.
* Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. : Lo que pide Dios de ti
¿Qué es lo que le agrada a Dios?
¿CÓMO AGRADAR A DIOS? (Mt.6, 1-6.16-18.) La santidad y la fidelidad a la que debemos aspirar todos aquellos que seguimos a Cristo no tienen como límite el mero cumplimiento de la letra de la ley, como hacían los escribas y fariseos. En el evangelio de hoy, Jesús establece un principio y tres aplicaciones concretas respecto a este tema.
El principio es: actuar para agradar a Dios sin buscar el aplauso de los hombres. Y las aplicaciones de este principio se refieren a tres de las más importantes obras, en las que los judíos de aquel tiempo hacían consistir la religión y la vida piadosa. Hablamos de la limosna, el ayuno y la oración. En cada uno de los casos donde se viven estas tres obras, Jesucristo contrasta la conducta de hipocresía con la actitud discreta del verdadero adorador del Padre, que le recompensará porque “ve en lo secreto”.
Estos tres ejemplos nos manifiestan dos actitudes interiores completamente opuestas: la falsedad o la sinceridad ante los ojos de Dios. Lo que da valor a nuestras prácticas cristianas es la rectitud, la sinceridad a Dios y la apertura al prójimo. Las obras de caridad, las aportaciones económicas por los más necesitados, la vida de oración y la práctica sacramental, si se llevan a cabo para ser vistos y aprobados por los demás, se quedan en acciones vacías.
Es el amor desinteresado lo que les da la auténtica valía. El cristiano nunca debe ser un mero actor que trabaja por la fama. Se puede hacer el bien como los fariseos que daban limosna, ayunaban, oraban y estudiaban con empeño en las Escrituras; y esas son cosas buenas, pero no lo hacían bien. Y de tal forma el modo de su obrar salpicaba lo que hacían, que convertía lo que en sí mismo era bueno en pura apariencia.
La intención lo estropeaba todo. Y las intenciones vienen del corazón. Jesús les dijo que no tenían el corazón limpio, que eran hipócritas y obraban para ser vistos, aplaudidos y admirados por la gente. Jesús pide a sus discípulos “ser” por encima de sólo “parecer”.
- Pide autenticidad.
- Oí decir un día que “el bien no hace ruido, y el ruido no hace bien”.
- Para que nuestro Padre Dios nos comprenda no hace falta gritar, ni hablar mucho, ni siquiera decírselo.
- Él “ve en lo escondido”, ve el corazón y comprende, sin necesidad de que se lo digamos, todas nuestras acciones y omisiones.
: ¿CÓMO AGRADAR A DIOS? (Mt.6, 1-6.16-18.)
¿Cómo se le pide perdón a Dios?
Señor, me arrodillo ante ti quebrantado de corazón por el mal que he hecho contra ti y suplico por tu gracia y misericordia sobre un pecador lamentable, que ha venido a confesar que Jesucristo es el Señor, y que Él es mi Salvador y Redentor.
¿Cuál es el pecado de la carne?
Ensayos Los pecados de la carne en las polémicas sobre el Nuevo Mundo * Sins of the Flesh in the controversies about the New World Marialba Pastor Facultad de Filosofía y Letras UNAM, México. Artículo recibido: 29-4-2012. Artículo aceptado: 31-10-2012. Resumen Este artículo indaga, en los testimonios de las primeras polémicas sobre el Nuevo Mundo, qué significaron para la moral hispano-cristiana los pecados de la carne atribuidos a los aborígenes americanos, a fin de contribuir a la mejor comprensión de los documentos escritos de los primeros colonizadores y, con ello, a su mentalidad e interpretación de la realidad. Palabras clave: pecados de la carne, teología hispana, sexualidad cristiana, conversión. Abstract Based on the testimonies of the first polemics about the New World, this article delves into what the sins of the flesh attributed to the American aborigines meant to Spanish-Christian morals, in order to contribute to a better understanding of the written documents of the first colonizers, and hence, to their mentality and interpretation of the reality. Key words: sins of the flesh, Spanish theology, Christian sexuality, conversion. Con base en algunos documentos elaborados por funcionarios y evangelizadores españoles a raíz de sus primeros contactos con América, este texto analiza por qué los pecados de la carne adquirieron un significado central en las discusiones tendientes a legitimar la dominación española; cómo los españoles no estaban preparados para observar en forma directa e empírica las culturas americanas, y de qué manera extrajeron sus juicios de un esquema mental previo, configurado por la teología cristiana durante largo tiempo y estudiado en las universidades españolas en los siglos XV y XVI. EL PESO DE LA TEOLOGÍA EN LA INTERPRETACIÓN DEL MUNDO Puesto que en el siglo XVI la expansión del Imperio español se entendió como la del Imperio de Cristo, todas las acciones políticas y jurídicas debieron ser plenamente compatibles con la doctrina cristiana. A la Corona española le preocupó que entre lo terrenal y lo espiritual existiera plena correspondencia y que las disposiciones necesarias para imponer el orden moral no violentaran lo sustentado en la teología. En ese momento, judíos y sarracenos eran acusados en España de representar el mundo invertido: ser discípulos del diablo, parricidas, incestuosos, promiscuos, sodomitas y adúlteros.1 La religión era la fuente del derecho y del “patrón de comportamiento rígidamente impuesto, es decir, imperante en el ámbito público y privado”.2 Las autoridades civiles y eclesiásticas debían tomar muy en serio su obligación de traer a todos a la santa Iglesia católica y que todos gozaran de la redención de Cristo para su salvación.3 Preocupados por los falsos conversos, los consejeros de los Reyes Católicos emprendieron una reforma para retornar a las autoridades de la teología, a la razón iluminada por la fe, primordialmente a Agustín de Hipona, Jerónimo de Estridón y Gregorio Magno, con la finalidad de enfrentar y solucionar los problemas sociales y humanos inmediatos que amenazaban la integridad de la Iglesia y la Corona.4 Asimismo, la obra de Tomás de Aquino, un compendio erudito de saber sobre el mundo, gozaba de buena reputación, ya que en ella se encontraban las respuestas a los grandes problemas de la relación de los hombres entre sí y con los órdenes natural y sobrenatural. De acuerdo con Francisco Tomás y Valiente, en el siglo XVI los teólogos jugaban un papel social de primer orden por ser los sabios especialistas, los llamados ” a dirimir contiendas religiosas, a condenar herejes, a censurar ideas peligrosas”. La alianza entre los reyes, los teólogos y la jerarquía eclesiástica era “lógica y fue profunda y estrecha”, porque el Estado manifestó expresamente que uno de sus fines era la protección y conservación de la fe católica. La teología, la ciencia de la revelación, escrutaba los misterios de la divinidad y la relación del hombre con Dios para implementar postulados prácticos. De este modo, además de fijar las reglas de la predicación de la moral que habían de asumir los hombres para alcanzar la salvación, los teólogos fijaban las normas políticas y públicas para el ordenamiento de la sociedad y la protección de la fe, el fin superior. La justicia partió de los supuestos teológicos, de la interpretación de las leyes divinas cuya exclusividad poseían los teólogos y, por tal motivo, ” las más destacadas creaciones del pensamiento filosófico jurídico castellano de la época” fueron obra de notables teólogos.5 Lo anterior explica por qué las hazañas de Cristóbal Colón no fueron interpretadas como hechos fortuitos sino como señales de la elección divina de España para abanderar la expansión de la cristiandad hasta su triunfo total, es decir, hasta la eliminación completa de herejes y paganos.6 Los españoles estaban convencidos de su superioridad, no sólo por la experiencia acumulada en sus distintas cruzadas y luchas contra la infidelidad, sino porque el cristianismo se presentaba como la última religión, la perfecta y verdadera. En este sentido, las figuras del judío, el moro y de los heréticos en general, elaboradas por los apologetas cristianos durante siglos, así como las imágenes de los salvajes de las leyendas medievales, organizaron y prefiguraron el destino de las poblaciones americanas.7 Sin la firme convicción de que la conquista de las nuevas tierras era un mandato divino que formaba parte de la historia revelada, o sea del proyecto de expansión del cristianismo por el mundo, difícilmente la conquista de América hubiera sido posible.8 De ahí que los conquistadores sintieran que Dios los había acompañado e iluminado en la lucha; Dios había elegido a España por su fe cristiana demostrada y el valor y virilidad de sus hombres. Conforme con la tradición teológica cristiana, entonces -al igual que hoy- los pecados se entendían como los actos humanos dichos, hechos o deseados que ofendían a Dios y contrariaban a la ley eterna y la razón. Los pecados constituían desacatos de la ley divina y la ley moral que debía regir entre los hombres, es decir, rompían la alianza entre Dios y los hombres y mostraban el desorden de la voluntad humana. Se distinguían de acuerdo con los mandamientos que quebrantaban, el objeto al que se dirigían, o las virtudes que negaban: pecados relacionados con Dios, el prójimo o consigo mismo; pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión; pecados carnales y espirituales. La herejía, la apostasía y la ira contra Dios eran pecados mayores. A ellos seguían los siete pecados capitales: vanagloria, avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia e ira.9 Por otro lado, los términos “carne” y “carnal” se empleaban para designar la condición de la humanidad en general, sus limitaciones y debilidades, y su oposición al espíritu. El término “cuerpo” hacía referencia al instrumento material, a la “cárcel del alma”. En cambio la carne tenía una connotación ambivalente. En sentido positivo, el Verbo se había hecho carne, con ella Cristo se había convertido en el mediador entre Dios y los hombres, y éstos podían ponerla al servicio de los fines espirituales. En sentido negativo, las inclinaciones terrenales y corruptibles de la carne se manifestaban, como lo había señalado Pablo de Tarso (entre los años 50 y 56), en: “fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, envidias, homicidios, embriagueces, orgías y otras como éstas ” 10 Como había señalado Agustín de Hipona, entre las obras de la carne no se encontraban únicamente las pertenecientes a su deleite, sino también aquellas con que se manifestaban “los vicios del ánimo ajenos al deleite carnal como son: la idolatría, las hechicerías, las herejías, las iras, las envidias, etcétera”, 11 pues, de acuerdo con este teólogo, ” no fue la carne corruptible la que hizo pecadora al alma, sino al contrario, el alma pecadora hizo a la carne que fuese corruptible”, ya que la cabeza y la fuente de todos los vicios es la soberbia que reina en el demonio. En congruencia con lo anterior, al analizar las fuentes de la conquista y la evangelización de América para comprender cómo explicaron los españoles las culturas indígenas, es indispensable tomar en cuenta que los pecados de la carne respondían tanto a carnalidades como a animosidades; de ahí la discusión en torno a la naturaleza racional o irracional de los indios. Para los cristianos, los paganos acostumbraban vivir en la mentira, en la carnalidad, porque vivir en la verdad, en la espiritualidad, es vivir según Dios. Al destruir el orden de la Naturaleza, el buen orden dado por Dios, pecaban contra naturam 12 Además se distinguían por realizar actos sexuales del demonio que deshonraban la buena y loable naturaleza, por no saber cuál era el principio del linaje humano ni tampoco su destino, o sea, por no tener noticias de la bienaventuranza eterna. El vivir bestialmente y ser siervos de sus apetitos los condenaba a sufrir la pena eterna después de la muerte.13 La práctica de los sacrificios humanos y el uso de encantamientos mágicos y hechicerías propios de los demonios que tenían subyugados a muchos pueblos precristianos contravenían el Decálogo cristiano, sobre todo el tercer mandamiento, que impone santificar las fiestas, es decir, recordar el sacrificio de Cristo y no servir a otros dioses o ídolos; y, por supuesto, el quinto mandamiento: no matarás. Si además estos sacrificios cruentos se acompañaban de antropofagia, esto indicaba que sus comitentes estaban apresados por pensamientos, deseos y actos de naturaleza impura, pues el único sacrificio permitido era a Dios y debía consistir en el sacrificio de uno mismo y del cuerpo místico y verdadero que es la Iglesia. Este sacrificio supremo, encarnado en Cristo, había sido el último de los sacrificios para la remisión de todos los pecados y por él cederían, paulatinamente, los sacrificios de los dioses falsos.14 Imbuidos en los principios teológicos anteriores, los españoles llegados a las nuevas tierras consideraron que sus pobladores eran esencialmente carnales (mortales, terrenales, materiales, corruptibles), se guiaban por sus bajos instintos y por eso cometían todo tipo de pecados de la carne: pecados debidos a la debilidad de la carne que conducen a la inmoralidad, la impureza y el desenfreno; pecados cometidos por relaciones con fuerzas sobrenaturales satánicas como la idolatría y las hechicerías; pecados causados por la irascibilidad que producen enemistades, pleitos, celos, iras y contiendas; pecados por actitudes egoístas y envidiosas que desunen y crean sectas, partidos religiosos y herejías; y pecados de lascivia y embriaguez.15 LA PECAMINOSIDAD INDÍGENA La necesidad de incorporar al Nuevo Mundo poblado de seres vivos al concepto de naturaleza e historia sagrada 16 sembró muchas inquietudes entre los Reyes Católicos y sus teólogos. En octubre de 1495, Michele da Cuneo, nativo de Savona, acompañante de Colón en su segundo viaje, narró en una carta las vicisitudes por las que atravesó, poniendo especial atención en las relaciones de los americanos con la carne: habló de mancebos castrados tal vez para engordarlos y comerlos luego; de mujeres bien dotadas de “valores táctiles” y de naturales de las islas que vivían como bestias, que “usaban del coito a menudo cuando les venía en gana”. Afirmó que los mansos indios habían contraído el vicio de la sodomía de los feroces caníbales, le habían cogido gusto y la “áspera cachondez de la lascivia antropófaga palpita y revive hasta nuestros días “.17 Descripciones análogas de sacrificios humanos, antropofagia y pecados contra natura se sucedieron una tras otra al arrancar el siglo XVI: Cristóbal Colón, Américo Vespucci, Pedro Mártir de Anglería, Martín Fernández de Enciso. Llenas de confusiones entre lo visto y lo escuchado y cargadas de fantasías e incomprensión -aunque con referencias plausibles-, se tradujeron y distribuyeron por Europa causando escándalo, morbo y curiosidad. Por ejemplo, en las cartas sobre el Nuevo Mundo escritas por Vespucci entre 1500 y 1504, producto de su convivencia con aborígenes americanos durante 27 días, este navegante destacó sus conductas desordenadas, como no comer a horas fijas y hacerlo sin mantel; desconocer las leyes y la religión; inclinarse a la violencia, la guerra y el canibalismo y realizar prácticas sexuales lujuriosas.18 Las primeras noticias sobre las conductas de los indígenas, en particular las de Vespucci, llegaron a la Universidad de París, uno de los centros de estudio de teología más prominentes en esos tiempos, donde en el siglo XIII había enseñado Tomás de Aquino. En 1510, el teólogo escocés representante del nominalismo, John Major (o Mair), después de conocerlas, aplicó el concepto aristotélico de “jerarquía natural” y resolvió que los habitantes del Nuevo Mundo eran bárbaros pecadores contra natura, incapaces de gobernarse y prosperar. Por consiguiente, debían estar sometidos y servir a quienes por naturaleza estaban mejor dotados para ejercer la autoridad. Así justificó plenamente la guerra y el derecho de obligar a los nuevos paganos a abrazar la fe cristiana. Esta resolución se podía corroborar en las Sentencias de Pedro Lombardo, la obra más comentada en la teología cristiana después de la Biblia, empleada como manual en las universidades europeas desde su aparición en el siglo XII: a los hombres viciosos no se les podía conceder la libertad, porque no sabrían usarla; más bien les perjudicaría.19 En diciembre de 1511, según informa Bartolomé de Las Casas en su Historia de las Indias, el fraile dominico Antonio de Montesinos denunció el maltrato al que eran sometidos los indios por los conquistadores en la isla La Española. La denuncia generó efervescencia en el Caribe y la Corte española. El 23 de marzo de 1512, el padre provincial de los dominicos en España, Alfonso de Loaysa, prohibió que se abordaran estas cuestiones desde el púlpito.20 De todos modos, la lucha entre el clero -en especial los dominicos- y los encomenderos se desató, y Fernando el Católico se vio obligado a reunir a los más destacados juristas y teólogos en la ciudad de Burgos para determinar la naturaleza de los indios y decidir si debían ser esclavos o libres; de lo cual dependería el derecho de los conquistadores de ocupar sus tierras, servirse de ellos y tributar a la Corona. Siguiendo la tradición cristiana y conociendo hasta ese momento sólo las conductas de isleños y costeños americanos, los pecados de la carne fueron la justificación central dada por quienes defendían la causa de los encomenderos para la guerra, el despojo y el sometimiento de los indios. No obstante, dos de los participantes en las Juntas de Burgos (más de 20 sesiones), el jurista y consejero real Juan López de Palacios Rubios y el teólogo dominico Matías de Paz, reconocieron la universalidad del derecho natural y consideraron que la pecaminosidad no podía justificar violencia alguna, ya que el único para juzgar la moral indígena era Dios. Ellos fueron los primeros en poner en duda el sometimiento natural de los indios a los españoles y quienes escribieron los primeros tratados sobre esta cuestión. De ellos se desprendieron las Ordenanzas reales para el buen regimiento y tratamiento de los indios (diciembre de 1512), mejor conocidas como Leyes de Burgos.21 Como los fundamentos de las discusiones y las leyes descansaron principalmente en la Suma Teológica (1265-1272) de Tomás de Aquino, es importante detenerse brevemente en algunos de sus principios y recordar que en el “Tratado de la ley antigua”, contenido en esta obra, el teólogo medieval, con base en Aristóteles, sostiene que la justificación del sometimiento de unos hombres por otros descansa en la estratificación de la especie humana entre hombres racionales, es decir, capaces de apartarse del mal, dominar sus instintos y controlar sus pasiones, emociones y sentimientos para ponerlos al servicio de la obra espiritual de alabanza y adoración de Dios; y hombres irracionales que obedecen a las pasiones y los impulsos de la carne y se arrojan sin mediación, como animales, a satisfacer deseos tales como fornicar sin reglas ni límites.22 No siendo animales, pues los animales no pecan, el sometimiento de los seres irracionales, inferiores, bárbaros e impuros a los seres racionales, superiores, civilizados y puros se justifica, pues de este modo es posible modificar sus costumbres, convertirlos en racionales y permitir que abandonen las tentaciones de la carne y sigan el camino de la salvación de sus almas. La ley natural dada por Dios a los hombres es inmutable y universal. Por ella se establece el orden moral al que la vida debe ajustarse con sus normas, ritos y creencias. De estas últimas se desprenden los derechos y deberes de los hombres que son mutables y responden al progreso del cristianismo. Según el aquinate, los pueblos precristianos no se ajustaron adecuadamente al orden natural, pero llegó el día en que el cristianismo, el advenimiento de la posibilidad de alcanzar la perfección, es decir la concordancia exacta entre las leyes naturales y las leyes morales, se les reveló. A los pueblos que habían caído en el pecado como consecuencia del pecado original, la verdad les fue revelada porque los hombres son buenos por naturaleza y existe una inclinación natural al conocimiento de Dios. En el momento de la revelación abandonan sus prácticas equivocadas o, en caso contrario, Dios los juzga y castiga.23 De acuerdo con Santo Tomás, lo que es natural al hombre ni se da ni se quita por el pecado. De esto se desprendió, para el caso americano, la imposibilidad de conquistar o intervenir a causa de los pecados cometidos por los indios, ya que éstos “no les privan de su libertad, ni de sus derechos naturales y humanos”.24 Palacios Rubios resolvió que los indios pecaban porque no se les había revelado la verdad; pero esto no daba derecho a nadie a despojarlos. Además, todo parecía indicar que eran racionales, porque, según indicios recogidos por Colón, había en ellos inclinaciones al bien y la buena animosidad para aceptar la fe. Dios quiere -afirma este consejero del rey- que todas las gentes y naciones sean salvadas y conozcan la verdad. Así está revelado y así se ha expandido por todo el orbe.25 Y su compañero, Matías de Paz, añade: “existen algunos infieles a cuya noticia ha llegado la fe verdadera de nuestro Redentor como son los Judíos, Sarracenos, Turcos y herejes. Todos éstos tienen propiamente el pecado de infidelidad, no sólo privativa, sino también positivamente, el cual es el pecado mayor, según prueba Tomas de Aquino “.26 Los indios tienen el pecado de infidelidad no por haberlo cometido, sino “por omisión”, por desconocerlo. Con base también en los testimonios de Colón, Matías de Paz afirma que la gente hallada sí cree que en los cielos hay un Dios creador y parece apta para recibir la fe católica y ser enseñada en las buenas costumbres. Además: “Estos indios doquiera están prestos a servir”.27 Para Palacios Rubios y Matías de Paz, la idolatría, el culto a los ídolos, es, como indica la tradición cristiana, el pecado mayor, contrario al derecho natural: “Lo natural es adorar a un solo Dios creador, y no a sus criaturas”.28 El Papa puede declararles la guerra justa a los infieles y privarlos de sus bienes o potestad sobre sus hijos, pero sólo si intentan arrastrar a sus ritos y ceremonias a los fieles. Si un cristiano ve a otro idolatrando o judaizando podrá, con autoridad propia, darle impunemente muerte. Esto no significará crueldad sino piedad por castigar los crímenes contra Dios. Además, todo cristiano tiene la obligación de delatar estas prácticas.29 Pero la situación de los indios es otra: ellos han servido a los ídolos por ignorancia. Por eso, ” apenas cautivados y vencidos, recibieron gustosísimos, según es fama, la fe de nuestro Salvador y el sacramento del bautismo”.30 Como puede advertirse, los principios teológicos de estos dos letrados tienen como fundamento lo sostenido por Santo Tomás, para quien la idolatría es un pecado propio de los hombres de naturaleza imperfecta por efecto de la ignorancia de su entendimiento o el desorden de sus afectos. Es la causa, principio y fin de todo pecado, porque produce o induce a cometer muchos otros.31 La idolatría, la adoración de toda clase de criaturas ofrecida con o sin imágenes, y no la adoración exclusiva al Creador, es una forma de superstición, es decir, de no religión, que procede de un pacto con el demonio y se expresa en la fabricación y el culto de los ídolos. Es el pecado más grave porque entraña infidelidad y odio a Dios y porque sólo Dios, cuya perfección sobrepasa la de todas las cosas creadas, tiene derecho a ser adorado. Así -para la escolástica tomista-, la idolatría introduce el desorden y con él otros pecados; está “contra el imperio divino universal”.32 Según Tomás de Aquino, la disposición a este pecado proviene de deficiencias de la naturaleza humana y de la ignorancia de su espíritu, y por ella se producen pecados como “ofrendas rituales de vidas humanas, mutilación de miembros y cosas semejantes”.33 En el culto a los ídolos, algunos antiguos construyeron con arte nefando imágenes que, por virtud de los demonios, causaban ciertos efectos, lo que les llevaba a pensar que había en ellas poderes divinos. Pero los ídolos “no eran nada en el mundo”, eran seres inanimados sin poder divino; lo inmolado a ellos tampoco lo era, porque por tal inmolación las carnes “ni adquirían carácter sagrado alguno, como creían los gentiles, ni impureza de ninguna clase, como pensaban los judíos”.34 A los teólogos y juristas reunidos en Burgos no les interesó precisar en qué consistían los cultos a los ídolos; qué significaban para los aborígenes la carne, la sangre y el espíritu; cómo eran las relaciones entre los miembros de la comunidad; cuáles eran sus principios religiosos; a qué respondían las reglas de parentesco, y menos aún indagar asuntos relacionados con la sexualidad, porque en ese momento accedían al conocimiento de las cosas a través del corpus de textos de las autoridades aprobadas por la Iglesia, donde se había determinado con antelación quiénes eran los paganos y cómo se comportaban, y no por los medios empíricos que se desarrollarían más tarde en Europa. Por eso, si bien los escritos de Palacios Rubios y Matías de Paz enriquecieron la concepción teológico-jurídica castellana (las leyes de Alfonso X y las Pragmáticas promulgadas por los Reyes Católicos), la imagen del mundo americano quedó impregnada del discurso cristiano-medieval que se desprendía, sobre todo, como se ha reiterado antes, de la escolástica tomista estudiada hacía más de dos siglos en Europa. Un ejemplo es el siguiente. Palacios Rubios dice: “Los indios, antes de llevarse a sus mujeres a habitar con ellos, les permitían tener trato carnal con quien quisieran”. Ellas se prestaban ” al punto y espontáneamente al trato carnal y otras exigencias con cualquier hombre, considerando ilícito el negarse. A causa de estos adulterios y del trato femenino con muchos hombres no era posible tener certeza de la paternidad de los hijos; por lo cual la sucesión, se hacía por las mujeres, sobre todo tratándose de las de aquellos que tenían sobre los demás poder y jurisdicción”.35 Con su mirada medieval-tomista, este jurista dedujo que entre los indios no existía el matrimonio y, para ello, atrajo una serie de pruebas teológicas para decidir que debían contraerlo para dejar de vivir en pecado mortal pues, de otro modo, se seguirían perdiendo “infinitas almas”.36 Aunque Palacios Rubios advierte que “la sucesión, se hacía por las mujeres”, no imagina -porque los tiempos en que vive no se lo permiten- relaciones matrilineales de parentesco y califica las conductas sexuales femeninas como libertinas. Además de servir como ejemplo, el caso anterior remite a las reflexiones sobre la lujuria expuestas por Santo Tomás, para quien este es un pecado capital, porque se opone a la recta razón y al orden natural de la especie humana, además de injuriar a Dios. Este pecado, consistente en liberar el apetito del placer carnal, no es grave por su uso -dice el aquinate-, por la excitación de los órganos genitales o por la intensidad del placer que produzca, sino porque el apetito interior se desvía. La cópula carnal no es contra natura, al contrario, para Santo Tomás la procreación es ley natural. El pecado ocurre cuando se aparta de esta última función y el placer despierta una sed creciente de gozar más y más, esto es, cuando se convierte en vicio. Por eso, la virtud moral tiene como finalidad reducir los movimientos de la carne a sus justos límites; preservar el cuerpo de todo movimiento violento. Para la moral tomista, los pecados contra natura son nefandos, es decir, impíos e innombrables, porque satisfacen los deseos sin resultados productivos, es decir, porque son contrarios a la reproducción de la especie. Éstos incluyen la sodomía, la molicie o tocamientos torpes y las posturas que recuerdan actos sexuales de animales, que se apartan de la regla de la dominación del macho sobre la hembra. A estos pecados, siguen el sacrilegio, el incesto, el adulterio, el estupro y la fornicación simple.37 De acuerdo con Santo Tomás, la lujuria es un vicio capital muy grave porque elimina o borra la razón, es egoísta, es la pura satisfacción de un deseo personal y no colectivo o comunitario y es una muestra de odio a Dios, porque malgasta la energía que debe encaminarse a su adoración. En suma, el pecado de lujuria es propio de los irracionales, es una afectación mental que “impregna con su desorden a todas las demás manifestaciones humanas”; es el que lleva a más hombres al infierno.38 La Junta de Burgos resolvió que la idolatría, que, como hemos visto, involucra otros pecados de la carne como los sacrificios cruentos y los pecados contra natura, justificaba la presencia de la Corona española en las tierras recién descubiertas; pero los indios eran libres y no debían ser despojados de sus bienes; aunque, como vivían en condiciones bárbaras, había que enseñarles la verdadera religión. La guerra solo podía justificarse (ser justa) si los naturales se oponían al Requerimiento, esto es, a la exposición de los justos títulos de la Corona que los capitanes de las tropas españolas debían leer a los caciques e indios de cada territorio para exigirles que reconocieran a las altas potestades de la Iglesia y la Corona.39 Al separar los poderes terrenal y espiritual y el derecho de gentes del derecho natural, el Requerimiento fue muy criticado en su tiempo. Además chocó con la realidad, pues los indios no entendieron su contenido y los conquistadores lo usaron para asaltar militarmente a los pueblos y recibir con rapidez repartimientos y encomiendas.40 Por otra parte, los conflictos entre los encomenderos interesados en las tierras y los dominicos defensores del poder misionero de la Iglesia para difundir el Evangelio se mantuvieron, en parte porque, para ambos grupos, los indios significaban la mano de obra que habría de mantenerlos y proveer los tributos y diezmos reclamados por la Corona.41 Aunque las Leyes de Burgos reconocieron al indio como un ser libre con derechos sobre sus bienes 42 y determinaron la nueva reglamentación tendiente a limitar su sobreexplotación, los españoles impusieron las reglas del juego: se conservaron las diferencias jerárquicas entre las autoridades españolas, los caciques indígenas y el resto de los miembros de las comunidades; la conversión de los indios al cristianismo fue una imposición y la encomienda no se condenó.43 Las Juntas de Burgos dieron inicio a la serie de polémicas sobre el Nuevo Mundo que culminaría con las Controversias de Valladolid (1550-51) entre Ginés de Sepúlveda y Las Casas, representantes de dos posturas opuestas en muchos sentidos. La del primero, influida por el nominalismo e inclinada al sometimiento de los nuevos paganos y la imposición del cristianismo por la fuerza, invocaba, en estricto apego al Antiguo Testamento, los pecados de la carne para justificar el sometimiento y castigo de los indios. Al aceptar que fueran desposeídos de sus tierras y avalar la guerra justa, esta postura era conveniente a los conquistadores, los encomenderos y sus aliados intelectuales.44 En cambio la posición del segundo, la que entendía los pecados de los indios como parte del desenvolvimiento natural de los pueblos precristianos y la conversión como un acto voluntario propio del libre albedrío y el acceso a la gracia divina, estaba comandada por un grupo de dominicos apegados a la teología tomista y perseguía el fortalecimiento de la misión evangelizadora y la tutela de los indios por los religiosos. Pocos meses después de promulgadas las Leyes de Burgos, fray Pedro de Córdoba, uno de los primeros evangelizadores dominicos en América, compañero y defensor de Montesinos, planteó al rey su desacuerdo con ellas. Otra vez la Corona pidió la reunión de los teólogos, para lo cual se solicitaron nuevos informes. De esta reunión se desprendió un complemento titulado Declaración y moderación de las ordenanzas de indios (julio de 1513).45 En el centro de las ordenanzas y de este complemento se encuentran los métodos a seguir en la conversión de la población americana al cristianismo; una continuación de las ordenanzas dadas por los Reyes Católicos desde 1503: acercar sus viviendas a los pueblos de españoles para que éstos no abusen de ellos ni de sus mujeres y aquellos no regresen a su “ociosidad y malos vicios”; colocar cruces e imágenes de la virgen María en las Iglesias; llamarlos a rezar y a cantar el Ave María, el Paternoster y el Salve Regina y enseñarles los diez mandamientos, los siete pecados mortales y los artículos de la fe; establecer el matrimonio monogámico e impedir que tomen por mujer a parientes; dar los hijos de los caciques a los franciscanos para su educación religiosa; llevar a los indios los domingos y los días de fiesta a oír misa y después proporcionarles “carne guisada” para que ese día coman bien.46 Como se puede observar, la estrategia seguida para “civilizar” a los bárbaros incluía la formación de nuevas comunidades controladas por aquellos caciques indígenas que se sometieran a los españoles, así como la educación cristiana de todos, en especial de los futuros caciques, los hijos de aquellos. LA INCORPORACIÓN DE LOS INDIOS AL “ESTEREOTIPO DEL PAGANO” Los dominicos mostraron la mayor inconformidad con la encomienda y con quienes calificaron de irracionales a los indios. Así lo manifestó en repetidas ocasiones Bartolomé de Las Casas, el representante de esta orden en la Corte española y las instituciones encargadas de la empresa de Indias, nombrado por el cardenal Jiménez de Cisneros “protector universal de todos los indios”.47 Según Las Casas, las medidas adoptadas por la Corona no remediaban los abusos, las crueldades y las matanzas padecidas por los naturales. En su Memorial de remedios para las Indias (1516) presentó un plan para la colonización pacífica de la Indias y posteriormente realizó experimentos agrícolas con los cuales intentó demostrar que con el cese de los repartimientos y las encomiendas no se produciría la ruina del reino, tal y como pronosticaban los particulares.48 El fracaso de estos experimentos lo condujo a tomar el hábito dominico en 1522, en el convento de Santo Domingo en Haití, para, después de siete silenciosos años de estudio de leyes y teología, reiniciar su lucha contra las encomiendas.49 Entretanto, en sus Cartas de Relación, Hernán Cortés daba a conocer las terribles costumbres practicadas por indios del interior del continente americano, y formulaba ese estereotipo que cronistas civiles y religiosos habrían de repetir después, con pocas variaciones, sobre el sacrificio humano: en presencia de sus ídolos, los habitantes de Tenochtitlan abrían vivos por los pechos a seres humanos, les sacaban el corazón y las entrañas, después quemaban éstas y ofrendaban su humo. Todo esto lo hacían muy frecuentemente y, como eran muchas las “mezquitas”, anualmente morían alrededor de cuatro o cinco mil ánimas en cada una.50 Años después, Francisco López de Gómara copiaría textualmente algunas descripciones de Cortés y, remitiéndose al orden teológico, referiría los “grandísimos pecados”: “idolatría, sacrificios de hombres vivos, comida de carne humana, habla con el diablo, sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así”. Otro soldado, Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera., escrita 60 años después de la conquista de México, también pondría atención en los mismos componentes y los describiría en forma análoga.51 Como la penetración al interior de los territorios mesoa-mericanos demostró -según los escasos informes de los testigos presenciales- que los pecados de la carne no los cometían tribus aisladas, sino grandes conglomerados sociales como el azteca y el inca, la respuesta de las autoridades españolas no se hizo esperar. En junio de 1523, Carlos V instruyó a Cortés y a sus virreyes, audiencias y gobernadores de Indias para que derribaran ídolos, ares y adoratorios de la gentilidad, quitaran sus sacrificios y prohibieran “expresamente con graves penas a los indios idolatrar, y comer carne humana, aunque sea de los prisioneros y muertos en la guerra ” 52 En 1526 el monarca firmó en Valladolid una real cédula en la que ordenó a los capitanes y descubridores que les dieran a entender a los indios que los habían mandado para «enseñarles las buenas costumbres, apartarlos de vicios y comer carne humana ” 53 En esa segunda década del siglo XVI, aparte de los problemas morales, a la Corona le preocupó quedarse sin tributos debido a la posible supresión de las encomiendas, pero también por la mortandad indígena que las epidemias empezaban a producir. En los textos de las polémicas, en las primeras leyes y ordenanzas y en algunos pasajes de las primeras crónicas, la atención de los peninsulares españoles se concentró en los pecados de la carne, sobre todo en tres elementos invariables: la idolatría, los sacrificios cruentos a veces acompañados de antropofagia, y los pecados contra natura. Como se señaló arriba, la atención puesta en este particular conjunto de pecados estuvo dirigida no tanto por las observaciones empíricas o los testimonios de testigos oculares de los hechos, sino por las lecciones de retórica y teología aprendidas de memoria en los conventos y en las universidades españolas que permitían aprehender el mundo conocido y por conocer. En efecto, desde el polémico alejandrino Tertuliano (160-220 d.C.), en los textos de los preniceanos, los niceanos, la patrística y la escolástica, la imagen fija del pagano había sido elaborada y reelaborada constantemente por la teología para identificar y liquidar a las religiones antiguas; para servir en el proceso de conversión de los gentiles, en la reducción de la multiplicidad a la unidad acorde con el monoteísmo; y para confirmar la historia revelada anunciada en la Biblia.54 Esto no fue privativo de los cristianos, pero a lo largo de los siglos encontraron argumentos filosóficos y biológicos para enriquecer y perfeccionar el “estereotipo del pagano” que se difundió entre el vulgo y se repitió hasta el cansancio en los escritos religiosos. De este modo, cuando los españoles descubrieron a los americanos, el miedo al “otro”, en este caso al bárbaro o nuevo pagano, más sus prejuicios o imágenes preformadas propiciaron que del comportamiento indígena destacaran los mismos pecados que los de los antiguos europeos: idolatría, sacrificios cruentos a veces acompañados de antropofagia, y pecados contra natura. Es decir, el “estereotipo del pagano” se reactivó y transfirió por analogía al “estereotipo del indio”, como se observa en las crónicas civiles legadas por Hernán Cortés, Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara, Bernal Díaz del Castillo y otros, y en las crónicas de evangeli-zadores como Andrés de Olmos, Motolinia, Las Casas, Diego Durán, Bernardino de Sahagún, Diego Valadés, Joseph Acosta y Juan de Torquemada.55 De los cronistas antes citados se pueden tomar dos trabajos de Andrés de Olmos como ejemplos. El primero, el Tratado de hechicerías y sortilegios (en su mayor parte copiado del español de Castañega), fue muy empleado por los frailes franciscanos como guía para distinguir a la Iglesia católica, de naturaleza espiritual, de la iglesia diabólica indígena, inclinada a promover los pecados. Para Olmos, la firme edificación del cristianismo requería arrancar primero los malos vicios, las herejías, las hechicerías, las abusiones y las supersticiones para plantar las virtudes después. Él recomendaba a los indios no acudir a sus adivinos cuando se enfermaran o para que les hablaran de su destino o de sus sueños, porque estos malvados acostumbraban conducirlos a “los sacrificios, el polvo, la basura, la ceniza, la ruina, la enfermedad, etcétera, para que se hastiaran, odiaran, mataran y devoraran entre sí.” 56 Con base en sus estudios de teología, este mismo franciscano también escribió Los siete sermones principales sobre los siete pecados mortales y las circunstancias en fin de cada uno por modo de pláticas. En el sermón correspondiente a la lujuria recurrió a exhortaciones de carácter colectivo e incluyó menciones a figuras indígenas para que los neófitos vieran “con pavor todo lo que es lujuria, adulterio y concupiscencia”.57 Esto lo condujo a explicar, principalmente a los varones, conductas sexuales desviadas como tocar a una mujer con “el mal deseo de cometer falta con ella”, pronunciar palabras que pervirtieran y deshonraran 58 o echar por tierra, por propia voluntad, el semen en vano.59 LA CARNALIDAD: UNA OBSESIÓN DE LA ÉPOCA Lo hasta aquí planteado no puede comprenderse sin considerar lo que ocurría en la Península, pues, cuando los españoles descubrieron a los indios americanos, los Reyes Católicos se habían visto obligados a emprender, con el cardenal Jiménez de Cisneros a la cabeza, la conversión masiva de los moros al cristianismo, y el Santo Oficio de la Inquisición trabajaba con intensidad para limpiar a España de herejías y delitos contra la Iglesia como el infanticidio, la bigamia, la brujería, la sodomía, los cálculos astrológicos y otras formas de adivinación.60 Además, para reconocer a los enemigos de la cristiandad se mandaban componer tratados contra las herejías, las hechicerías, las supersticiones y las adivinaciones y abundaban los libros dedicados a las virtudes morales, la vida en oración pobreza y la mortificación y a la formación de las mujeres y los gobernantes. Para algunos religiosos, la herejía era permitida por Dios para purificar a la Iglesia y en ese tiempo tocaba el turno al protestantismo contra el cual era necesario cerrar filas; aunque no todos los condenados por la Inquisición fueran herejes, pues el Santo Oficio castigaría también otros crímenes: la sodomía y bestialidad; la poligamia y los pecados ordinarios de la carne.61 En 1519, a pocos meses de instaurado el Imperio de Carlos V, entre conflictos políticos, levantamientos y rebeliones de los comuneros de Castilla, en un ambiente de crítica y burla popular vertida en la literatura contra los miembros del clero por su ignorancia, simonía y fama de caer en debilidades de la carne por tener amantes e hijos ilegítimos, las ideas reformistas de los alumbrados, de Erasmo de Rotterdam, Thomas Müntzer y Martín Lutero fueron bien acogidas en la Península, pero inmediatamente perseguidas por las autoridades. En 1521 el Emperador dio a conocer un edicto que formalizaba e institucionalizaba la censura en España. Al mismo tiempo, los libros sobre asuntos del Nuevo Mundo fueron liquidados cuando contradecían los intereses y el prestigio españoles.62 En contrapartida, la obra de Tomás de Aquino fue adoptada por ser la más adecuada para luchar contra los moros y judíos y para distinguir claramente a los infieles que nunca recibieron la fe de aquellos que, conociéndola, la rechazaron. A principios del siglo XVI, la escolástica, no únicamente la tomista, era estudiada en los conventos, en la Universidad de París -donde se formaban las altas jerarquías de religiosos españoles- y en las universidades de Valladolid, Alcalá y Salamanca. Tanto los teólogos ortodoxos como los reformadores mostraban sus obsesiones por la carne. Humanistas como Juan Luis Vives y Erasmo reclamaban mayor rigor corporal.63 A partir de 1526, como producto de sus críticas a la Iglesia española, frailes franciscanos y dominicos emprendieron una campaña contra el erasmismo. El de Rotterdam fue acusado de favorecer al luteranismo y se reclamó la censura teológica, revisión y expurgo de sus obras.64 En 1528 los procesos inquisitoriales en contra de los erasmistas dieron inicio en los reinos españoles y en París.65 En esta misma década, los dominicos cuestionaron las tesis de Lutero y se prohibió la entrada de sus obras a España por considerarla una figura diabólica. Según Domingo Soto -uno de los más influyentes teólogos de la Escuela de Salamanca (1530-1570)-, John Wyclif y Lutero, con el líbelo “De la abrogación de la misa privada” (1522), querían destruir el sacrificio y “difamarnos”, al sostener que quienes llamamos “sacrificio al sacramento del altar, incurrimos en una impía idolatría”; así como echar por tierra toda la jerarquía eclesiástica, negando que haya distintos grados de Obispos, Sacerdotes y legos.66 Lo paradójico del caso fue que las conductas pecaminosas atribuidas al clero por Erasmo, Lutero y otros reformadores se asemejaron a las atribuidas a los indios por los teólogos españoles. Las inclinaciones de la carne conducían -enfatizaban los reformadores- al renacimiento de creencias y prácticas paganizantes que destruían el espíritu cristiano y abrían las puertas a la actuación del demonio. Y justamente estas prácticas se empleaban ahora para erradicar el paganismo indígena, con lo cual se ponía en marcha la misma estrategia de sustitución utilizada durante más de quince siglos por los cristianos para convertir a “bárbaros” de distintas latitudes del orbe: sustituir los cultos a los ídolos por los cultos a los santos y sus reliquias; cambiar la adoración a las diosas-madre por la adoración a las distintas advocaciones de la virgen María; convertir los sacrificios y autosacrificios cruentos paganos por las mortificaciones, las flagelaciones, los sufrimientos de los mártires y, más que nada, por el sacrificio de Cristo y la ingesta de su sangre y su carne en la Eucaristía; eliminar las prácticas mágicas y hechiceras de los aborígenes para introducir los milagros y la exteriorización de los sentimientos religiosos en peregrinaciones y fiestas. Finalmente, el “paganismo” católico apoyaría la estrategia de evangelizar a la población indígena por los medios “suaves y dulces” del convencimiento y la persuasión que después de tantas polémicas diseñó y perfeccionó la segunda escolástica desarrollada por la Escuela de Salamanca, 67 sobre todo Francisco de Vitoria, Domingo Soto y Bartolomé de Las Casas, con base en la “correcta interpretación” de los pecados de la carne y la determinación de nuevos principios teológico-jurídicos. Este asunto ameritaría continuar este análisis en otro momento. BIBLIOGRAFÍA Abellán, José Luis. La Edad de Oro. Siglo XVI, v.2 de Historia crítica del pensamiento español, 7 vols. Valencia/Barcelona, Círculo de Lectores, 1992. Agustín, San. La ciudad de Dios, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2009. Alonso, Martín. Diccionario medieval español, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 1986. Bartra, Roger. El salvaje en el espejo, México, UNAM/Coordinación de Humanidades, Era, 1998. 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El Occidente medieval y sus ‘otros’ “, pp.42-47.2 Juan Cruz Monje Santillana, Las Leyes de Burgos de 1512, p.9.3 Francisco Tomás y Valiente, El derecho penal de la monarquía absoluta (siglos XVI-XVII-XVIII), pp.85-86.4 Manuel Fernández Álvarez (dir.), La Universidad de Salamanca I. Trayectoria histórica y proyecciones, v.I., p.272.5 Tomás y Valiente, El derecho penal, op. cit., pp.84-87.6 “Pagano” (del latín paganus), originalmente campesino, habitante de un pueblo. Hasta el siglo xv fue sinónimo de gentil y se aplicó a los idólatras o politeístas, especialmente a los antiguos griegos y romanos. Alonso Martín, Diccionario medieval español.7 Cfr. Rozat, “Identidad y alteridades.”, op. cit., p.50; Roger Bartra, El salvaje en el espejo.8 Juan Pérez de Tudela, “El horizonte teologal en el ideario de Las Casas”, p.29.9 Tomás de Aquino, Suma teológica, I-II, c.71-89.10 Gál.5:16-21.11 San Agustín, La ciudad de Dios, XIV, 2-4.12 Ibidem, XIV, 6, 9.13 Ibidem, X, 5.14 Ibidem, X, 6.15 Las Siete Partidas, las leyes vigentes entonces, se refieren a los pecados de la siguiente manera: “Pecados muy grandes y muy desmedidos son según disposición de la Iglesia: matar hombre a sabiendas o de grado, o hacer simonía en orden o ser hereje. Y los medianos pecados dicen que son estos, así como adulterio, fornicación, falso testimonio, robo, hurto, soberbia, avaricia, que se entiende por escasez, saña de mucho tiempo, sacrilegio, perjurio, embriaguez continuadamente, engaño en dicho o en hecho, del que viene mal a otro”, Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio, 5, 33, p.218.16 Para un análisis de la proyección de la naturaleza física en las visiones indígenas, véase Marcelo Ramírez Ruiz, Naturalezas novohispanas.17 Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias Nuevas, p.49.18 Américo Vespucci, Cartas de viaje, pp.94-110.19 Joseph Hóffner, La ética colonial española del Siglo de Oro, pp.292-293; Teófilo Urdanoz, “Introducción biográfica”, pp.295-296.20 Hóffner, La ética colonial, op. cit, pp.238-241; Monje, Las leyes de Burgos, op. cit.21 Venancio Diego Carro, “Bartolomé de las Casas y la lucha entre dos culturas: cristianismo y paganismo”, pp.153-256.22 Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, I-II, c.98-101; véase también, Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, caps.21 y 22.23 Idem.24 Carro, “Bartolomé de las Casas.”, op. cit., p.247.25 Juan López de Palacios Rubios y Matías de Paz, De las islas del mar Océano. Del dominio de los Reyes de España sobre los indios, p.16.26 Ibidem, pp., 220-221; Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, c.102.27 De Palacios, De las islas, op. cit., pp.222, 233.28 Ibidem, p.104.29 Ibidem, pp.116-117, 122.30 Ibidem, p.251.31 Tomás de Aquino, Suma teológica, II-II, c.94.32 Idem.33 Idem.34 Idem.35 López de Palacios, De las islas, op. cit., p.10.36 Ibidem, p.11.37 Tomás de Aquino, Suma teológica, II-II, c.94.38 Idem; Francisco Vázquez García y Andrés Moreno Mengíbar, Sexo y razón, p.299.39 Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias, 5, p. XXXVI; Antonio-Enrique Pérez Luño, La polémica sobre el Nuevo Mundo, p.19; Antonio Ybot León, La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias, v.1, p.175.40 José Luis Abellán, La Edad de Oro. Siglo XVI, v.2, p.501.41 En esa época la Iglesia suministraba una cuarta parte de los ingresos del erario real español por medio de tercias reales, subsidios y cruzadas. Stanley G. Payne, La España imperial, pp.24-25.42 Si bien algunos académicos han interpretado que en los textos de Palacios Rubios y Matías de Paz se encuentra el origen del derecho internacional y de los derechos humanos, por reconocer la libertad de los indios, es preciso recordar que muchos siglos antes el jurista romano Domitius Ulpianus (170-228) formuló los principios de libertad, igualdad y dignidad humanas de los que debía disfrutar como derecho natural todo ciudadano del Imperio romano, inclusive los esclavos. Por esta razón se ha denominado “pionero de los derechos humanos”. Como Platón, Aristóteles, Ulpiano y Tomás de Aquino compartieron algunas ideas relacionadas con la justicia, es común que muchas de ellas se atribuyan a este último. Tony Honoré, Ulpian, Pioneer of Human Rights, pp.76-94.43 López de Palacios, De las islas, op.cit., pp. XIII, XXII.44 Hóffner, La ética colonial, op. cit., pp.295-296.45 Ybot, La Iglesia y los eclesiásticos, op. cit., v.1, pp.223-224.46 “Ordenanzas reales sobre los indios. (Las leyes de 1512-13)”, pp.417-471.47 Hóffner, La ética colonial, op.cit., pp.242-243.48 Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, v.1, 187 ss.49 Hóffner, La ética colonial, op.cit., pp.252-253.50 Hernán Cortés, Cartas de Relación, pp.21-22.51 ” los mexicanos cada noche hacían grandes sacrificios y fiestas. y tañían su maldito tambor. y daban gritos y alaridos y hablaban con sus ídolos Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, pp.327-328.52 Dice Carlos V: ” porque por las relaciones e informaciones que de esa tierra tenemos, parece que los naturales della tienen ídolos donde sacrifican criaturas humanas, y comen carne humana, comiéndose unos a otros y haciendo otras abominaciones contra nuestra Santa Fe Católica y toda razón natural; y que ansimismo, cuando entre ellos hay guerras, los que cautivan y matan, los toman y comen de que Nuestro Señor ha sido y es muy deservido, habéis de defender y notificar y amonestar a todos los naturales de esa tierra que no lo hagan por ninguna vía.” Para evitarlo dice que enviará ganado. José Luis Martínez (ed.), Documentos cortesianos 1518-1528, v.1, p.266.53 Ybot, La Iglesia y los eclesiásticos, op. cit., v.1, 362.54 Marialba Pastor, “Del ‘estereotipo del pagano’ al ‘estereotipo del indio’ “.55 Idem. En este artículo se indican las partes de las obras donde estos cronistas recurren al “estereotipo del indio”.56 Andrés de Olmos, Tratado de hechicerías y sortilegios., p.29 57 Ibidem, p.43.58 Idem.59 Ibidem, p.45.60 Haim Beinart, La inquisición española. Antecedentes y comienzos, pp.32-39; Helen Rawlings, Church, Religion and Society in Early Modern Spain, pp.8-16; Rafael Carrasco, Inquisición y represión sexual en Valencia. Historia de los sodomitas (1565-1785), p.20.61 Karl Joseph von Hefele, El cardenal Jiménez de Cisneros y la Iglesia española a fines del siglo XV y principios del XVI, pp.42-45, 219.62 Antonio Sierra Corella, La censura de libros y papeles en España y los índices y catálogos españoles de los prohibidos y expurgados, pp.62-73; 172-173; José Pardo Tomás, Ciencia y censura. La Inquisición española y los libros científicos en los siglos XVI y XVIl, pp.24-25.63 Marcel Bataillon, Erasmo y el erasmismo, pp.181-182; Erasmo, El Enquiridion, pp.160-177, 269.64 Erasmo estaba de acuerdo con la conversión paciente y pacífica de los infieles por medio del diálogo, pero le parecía necesario que los cristianos mostraran conductas dignas de Cristo. En estos momentos, su obra pasaba a América y el primer obispo de México, el franciscano De Zumárraga, utilizaba la Paraclesis en sus Doctrinas y apoyaba la idea de difundir la Escritura en todas las lenguas.65 Urdanoz, “Introducción”, op. cit., pp.32-33; Rawlings, Church, Religion and Society, op. cit., p.30; Bataillon, Erasmo y el erasmismo, op. cit., pp.60, 158.66 Domingo de Soto, De la justicia y el derecho en diez libros, v.1, p.779.67 Fernández, La universidad de Salamanca, op.cit., v.1, p.237.
¿Cómo pedir perdón por los pecados?
Perdóname, Santo Padre, por las mentiras que he dicho, por mis malos pensamientos. Perdóname por sentir odio, envidia o rencor, por sentir celos de la bendición ajena y por aquellos deseos profundos que no son dignos de Ti, Oh Precioso y Bendito Señor.
¿Qué dice Romanos 2 12?
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- 1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no conforme a la carne, sino conforme al espíritu.
- 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha de la ley del pecado y de la muerte.
- 3 Porque lo que era imposible para la, por cuanto era,, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne,
- 4 para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu.
- 5 Porque los que viven conforme a la carne, en las cosas que son de la carne se ocupan; pero los que viven conforme al espíritu, en las cosas del espíritu.
- 6 Porque el ánimo es, pero el ánimo es vida y,
- 7 Por cuanto la inclinación de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.
- 8 Así que, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9 Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que el de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el, no es de él.
- 10 Y si está en vosotros, cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu es vida a causa de la,
- 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó a Cristo Jesús de los muertos también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
- 12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne,
- 13 porque si vivís conforme a la carne, ; pero si por el espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
- 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son de Dios.
- 15 Porque no habéis recibido el espíritu de para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
- 16 Porque el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos de Dios.
- 17 Y si hijos, también ; herederos de Dios, y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
- 18 Porque considero que los de este tiempo no son dignos de ser comparados con la venidera que ha de ser manifestada.
- 19 Porque el anhelo profundo de la creación es el esperar la manifestación de los hijos de Dios.
- 20 Porque la creación fue a la vanidad, no de buen grado, sino por causa del que la sujetó en esperanza,
- 21 porque también la creación misma será de la servidumbre de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
- 22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora.
- 23 Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la, a saber, la de nuestro cuerpo.
- 24 Porque en fuimos salvos; pero la esperanza que ve, ya no es esperanza, porque lo que se ve, ¿para qué esperarlo?
- 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo esperamos.
- 26 Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos lo que hemos de como es debido, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
- 27 Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque él, conforme a la voluntad de Dios, por los santos.
- 28 Y sabemos que para los que aman a Dios, las cosas obrarán juntamente para su bien, para los que conforme a su propósito son llamados.
- 29 a los que conoció, también para que fuesen hechos a la de su Hijo, a fin de que él sea el entre muchos hermanos;
- 30 y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.
31 ¿Pues qué diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién ? 32 que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.34 ¿Quién es el que condenará? es el que murió; más aun, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.35 ¿Quién nos apartará del de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
- 36 Como está escrito: causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos considerados como ovejas de matadero.
- 37 Antes bien, en todas estas cosas somos más que por medio de aquel que nos amó.
- 38 Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
- 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá apartar del de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.
¿Qué dice Santiago 2 10?
Santiago 2
- 1 Hermanos míos, vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin hacer acepción de personas.
- 2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido andrajoso,
- 3 y atendéis solícitamente al que trae la vestidura lujosa, y le decís: Siéntate tú aquí, en buen lugar, y decís al pobre: Quédate tú allí de pie, o siéntate aquí debajo de mi estrado,
- 4 ¿acaso hacéis distinción entre vosotros mismos y venís a ser jueces con malos pensamientos?
- 5 Amados hermanos míos, oíd: ¿No ha elegido Dios a los de este mundo para ser ricos en fe y del reino que ha prometido a los que le aman?
6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los juzgados?
- 7 ¿No blasfeman ellos el buen que fue invocado sobre vosotros?
- 8 Si en verdad cumplís vosotros la ley real, conforme a la Escritura: a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis;
- 9 pero si acepción de personas, cometéis pecado y sois hallados culpables por la ley como transgresores.
- 10 Porque cualquiera que guarda la ley, pero en un punto, se hace de todos.
11 Porque el que dijo: cometerás adulterio, también ha dicho: matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.12 Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la,13 Porque juicio sin se hará con aquel que no muestre misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.14 míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
- 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y necesidad del sustento de cada día,
- 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, abrigaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿de qué aprovechará?
- 17 Así también la, si no tiene, es muerta en sí misma.
- 18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis,
19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. los demonios creen, y tiemblan.
- 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
- 21 ¿No fue por las obras nuestro padre Abraham, cuando a su hijo Isaac sobre el altar?
- 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
- 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por, y fue llamado de Dios.
- 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es por las obras, y no solamente por la fe.
- 25 Asimismo,, la ramera, ¿no fue por las obras, cuando recibió a los mensajeros, y los envió por otro camino?
- 26 Porque como el cuerpo sin el está, así también la fe sin obras es muerta.
¿Qué dice en Romanos 5 12?
Romanos 5
- 1, pues, por la, tenemos para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,
- 2 por medio de quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
- 3 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las, sabiendo que la tribulación produce ;
- 4 y la paciencia, ; y la prueba, esperanza;
- 5 y la no avergüenza, porque el de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
- 6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
- 7 Difícilmente alguien muere por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
- 8 Mas Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún, Cristo murió por nosotros.
- 9 Mucho más ahora, habiendo sido justificados por su, por medio de él seremos salvos de la ira.
- 10 Porque si siendo enemigos, fuimos con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando ya reconciliados, seremos por su vida.
- 11 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio del Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la,
- 12 Por consiguiente, como el entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la pasó a todos los hombres, por cuanto todos,
- 13 Porque aun antes de la ley había pecado en el mundo; pero el pecado no se tiene en cuenta cuando no hay,
- 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es del que había de venir.
15 Pero el don no es como la transgresión. Porque si por la transgresión de uno murieron los muchos, más abundó la gracia y el don de Dios para los muchos, por la gracia de un hombre, Jesucristo.
- 16 Ni tampoco el don es como el pecado de aquel; porque a la verdad el juicio vino por un solo pecado para condenación, mas la gracia vino por muchas transgresiones para justificación.
- 17 Porque si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la y del don de la justicia.
- 18 Así que, como por la transgresión de uno solo vino la condenación a todos los hombres, así también por la justicia de uno solo vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida.
- 19 Porque así como la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la de uno, los muchos serán constituidos justos.
- 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia,
- 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la para por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
¿Qué dice Proverbios 28 13?
1 Huye el malvado sin que nadie lo persiga, pero el a justo está confiado como un leoncillo.2 Por la transgresión de la tierra sus príncipes son muchos, pero por el hombre entendido y sabio permanecerá.3 El hombre pobre que oprime a los débiles es como lluvia torrencial que deja sin pan.4 Los que dejan la ley alaban a los malvados, pero los que guardan la ley contienden contra ellos.5 Los hombres malos a no entienden de justicia, pero los que buscan a Jehová entienden todas las cosas.6 Mejor es el pobre que camina en su integridad que el rico que anda en perversos caminos.7 El que guarda la ley es hijo prudente, pero el que es compañero de glotones avergüenza a su padre.8 El que a aumenta sus riquezas con usura y crecido interés, las acumula para el que se apiada de los pobres.9 El que aparta su oído para no oír la a ley, aun su oración es abominación.10 El que hace errar a los rectos por el mal camino, a caerá en su propia fosa, pero los íntegros heredarán el bien.11 El hombre rico es sabio en su propia opinión, pero el a pobre que es entendido le escudriña.12 Cuando los justos se alegran, grande es la gloria; pero cuando los malvados se levantan, se esconden los hombres.13 El que a encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y b los abandona alcanzará misericordia.14 Bienaventurado el hombre que siempre a teme a Dios, pero el que b endurece su corazón caerá en el mal.15 Cual león rugiente y oso hambriento es el gobernante malvado sobre el pueblo pobre.16 El príncipe falto de entendimiento multiplicará los agravios, pero el que aborrece la a avaricia prolongará sus días.17 El hombre cargado con culpa de sangre de otra persona a huirá hasta el sepulcro sin que nadie le apoye.18 El que en integridad camina será salvo, pero el de perversos caminos caerá en alguno de ellos.19 El que labra su tierra se saciará de pan, pero el que sigue a los ociosos se llenará de pobreza.20 El hombre fiel tendrá muchas bendiciones, pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin culpa.21 Hacer a acepción de personas no es bueno; hasta por un bocado de pan transgredirá el hombre.22 Se apresura a ser rico el hombre maligno de ojo, y no sabe que le ha de venir la pobreza.23 El que reprende al hombre hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua.24 El que roba a su padre o a su madre, y dice que no es maldad, compañero es del hombre destructor.25 El altivo de ánimo suscita contiendas, pero el que confía en Jehová prosperará.26 El que confía en su corazón es necio, pero el que camina con sabiduría será salvo.27 El que da al a pobre no tendrá pobreza, pero el que aparta de él sus ojos tendrá muchas maldiciones.28 Cuando los a malvados se levantan, se esconden los hombres; pero cuando perecen, los justos se multiplican.
¿Qué dice en Romanos 5 12?
1 a Justificados, pues, por la b fe, tenemos c paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, 2 por medio de quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.3 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las a tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce b paciencia ; 4 y la paciencia, a prueba ; y la prueba, esperanza; 5 y la a esperanza no avergüenza, porque el b amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.7 Difícilmente alguien muere por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.8 Mas Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún a pecadores, Cristo murió por nosotros.9 Mucho más ahora, habiendo sido justificados por su a sangre, por medio de él seremos salvos de la ira.10 Porque si siendo enemigos, fuimos a reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando ya reconciliados, seremos b salvos por su vida.11 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio del Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la a reconciliación,12 Por consiguiente, como el a pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la b muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos c pecaron,13 Porque aun antes de la ley había pecado en el mundo; pero el pecado no se tiene en cuenta cuando no hay a ley,14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es a figura del que había de venir.15 Pero el don no es como la transgresión.
¿Qué dice Juan 3 19?
1 Y había un hombre de los fariseos que se llamaba a Nicodemo, un principal entre los judíos.2 Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que eres maestro que ha venido de Dios, porque nadie puede hacer estos milagros que tú haces si no está a Dios con él.3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no a naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios.4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no a naciere de agua y del b Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.8 El a viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es b nacido del Espíritu.9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel y no sabes esto? 11 a De cierto, de cierto te digo que de lo que sabemos, hablamos, y de lo que hemos visto, b testificamos ; pero no recibís nuestro testimonio.12 Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las celestiales? 13 Y nadie a ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el b Hijo del Hombre que está en el cielo.14 Y como Moisés levantó la a serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.16 Porque de tal manera a amó b Dios al mundo que ha dado a su Hijo c Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.17 Porque no a envió Dios a su Hijo al mundo para b condenar al mundo, sino para que el mundo sea c salvo por él.18 El que en él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el a nombre del unigénito Hijo de b Dios,19 Y esta es la condenación: que la a luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las b tinieblas que la luz, porque sus c obras eran malas.20 Pues todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.21 Pero el que vive conforme a la a verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios.22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea; y estaba allí con ellos y a bautizaba,23 Y Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas a aguas ; y venían y eran bautizados, 24 porque Juan aún no había sido puesto en la cárcel.25 Entonces hubo una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del que tú diste testimonio, he aquí bautiza, a y todos van a él.27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo.28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.29 El que tiene a la novia es el novio; mas el amigo del novio, que está de pie y le oye, se goza grandemente de la voz del novio; así pues, este, mi gozo, ha sido cumplido.30 Es necesario que él crezca, y que yo mengüe.31 El que viene a de arriba está sobre todos; el que es de la tierra es terrenal y habla cosas terrenales; el que viene del cielo está sobre todos.32 Y testifica de lo que vio y oyó, pero nadie recibe su testimonio.33 El que ha recibido su testimonio atestigua que Dios es veraz.34 Porque a el que Dios envió habla las palabras de Dios, b pues Dios no da el Espíritu por medida.35 El Padre ama al Hijo y a ha puesto todas las cosas en sus manos.36 a El que cree en el Hijo tiene b vida eterna ; pero el que c no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la d ira de Dios está sobre él.
¿Qué es el pecado y cuántos tipos hay?
Los pecados capitales son: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. La iglesia católica romana dividió los pecados en dos categorías principales: – Pecado venial: aquellos que son relativamente menores y pueden ser perdonados a través del sacramento.
Personajes De La Biblia Que Fracasaron?
Que Es La Biblia Para Un Cristiano?